viernes, 30 de marzo de 2012

MATEMÀTICAS, NO A LAS PRIMERAS HORAS


León Trahtemberg:

"Saquen matemáticas de la primera hora"
Los directores escolares que se basan en saberes tradicionales tienden a reservar las primeras horas de las mañanas para lo que consideran los cursos que requieren mayor concentración mental, usualmente los de ciencias y especialmente matemáticas, bajo la presunción de que con la mente despejada se facilitará el aprendizaje de los alumnos. Esto no solo es discriminatorio contra los cursos de humanidades, arte, idiomas y ciencias sociales, sino que además parece contraproducente.
Dos corrientes de evidencias cuestionan esa estrategia. La primera, la del reloj biológico de los adolescentes, que señala que a esas horas de la mañana aún están "medio dormidos" por falta de sueño y por tener un ciclo biológico distinto al de los adultos. Los adolescentes se despiertan mentalmente más tarde que los adultos.
La segunda viene de los estudios que señalan que las actividades físicas al iniciar el día, mejoran el desempeño escolar académico porque aumentan la cantidad de sangre que llega al cerebro y a la vez la oxigena. Además, reduce el estrés, mejora el estado de ánimo y con ello mejora la conducta y concentración en clase. (Podríamos agregar también el valor del relajamiento inicial de alumnos tensos). Por lo tanto, cuánto más temprano mejor.
Esto último está corroborado por el resultado de una investigación del Dr. Amika Simgh y sus colegas holandeses. Revisaron 14 estudios con más de 12,000 niños de 6 a 18 años de edad, a quienes acompañaron por períodos de tiempo entre 8 semanas y 5 años. Doce en Estados Unidos, uno en Canadá y uno en Sudáfrica. Concluyeron que los niños deben ser activos al menos una hora diaria por razones de salud ("Academic performance at school linked to exercise", BBC Health News 3/1/ 2012)
En realidad, nada de esto es nuevo, ya los japoneses lo practican hace décadas. Ya empiezan a haber colegios peruanos que inician el día con sesiones colectivas de gimnasia o yoga. Lo importante es que reconozcamos que hay muchas cosas que se hacen en la escuela "porque siempre se ha hecho así" que merecen ser revisadas a la luz de los hallazgos científicos.


domingo, 25 de marzo de 2012

ALFABETISMO CIENTÍFICO

Para Shamos (1995), alfabetismo científico es el pensar científicamente a diferencia del pensamiento común y nos propone que esto sólo se logrará a través de una educación científica seria, tanto de los propios profesores como de los alumnos, desde los primeros grados escolares.  Él define tres tipos de alfabetas científicos:
-     Alfabeta científico cultural. Basándose en las ideas de Hirsch, Shamos define este tipo como aquella  persona  que  posee  un  conocimiento  pasivo  de  los  términos  científicos, cierta familiaridad con algo del lenguaje utilizado en la ciencia.
-     Alfabeta científico funcional. Idea asociada con los trabajos de John Miller, director del International Center for the Advancement of Scientific Literacy. Este tipo de alfabeta involucra una habilidad para usar los conceptos de la ciencia tal y como se muestran en la vida diaria y tiene  la  suficiente  preparación  para  leer  artículos  en  periódicos  que  poseen  contenido científico.
-     Alfabeta científico verdadero. Noción muy similar a aquella de Dewey de un “estado mental científico”. Involucra no sólo una comprensión  profunda de los conceptos científicos, sino también una habilidad para hacer por lo menos algo de matemáticas. En este aspecto James Trefil (1996) propone que se le llame a este tipo “competitividad científica”

Un tipo adicional a los anteriores es el propuesto por John Miller, citado en Polino (1999), al que llama alfabeta científico cívico y que en su libro percepciones del público ante la ciencia y la tecnología dice: “(...) la alfabetización científica cívica es  multidimensional (...)  implica  tres  dimensiones relacionadas: un vocabulario básico de términos y conceptos científicos suficiente como para poder leer opiniones divergentes en los periódicos, una comprensión del proceso de investigación científica, y una comprensión de las repercusiones de la ciencia y la tecnología en los individuos y la sociedad”.

En cuanto al tipo de alfabeta funcional  descrito  por Shamos,  vale la pena  mencionar  lo que comenta Polino (1999) sobre el analfabetismo funcional tradicional: (...) incluso dejando a un lado a los países más pobres del mundo, una proporción considerable de población de los países industrializados está  en condiciones  de analfabetismo  funcional. Son  personas  que  no poseen  ciertas  competencias mínimas para desenvolverse en las sociedades contemporáneas: por ejemplo, usar un fax o una computadora. (...)  Este analfabetismo funcional contribuye a agravar más la situación del analfabetismo científico: “para millones de adultos que no están alfabetizados funcionalmente, el mundo de la ciencia está tan alejado como el planeta Plutón”.

Por  otro  lado,  para  Francisco  Ayala,  ex  presidente  de  la  AAAS  y  miembro  del  Comité  de Consejeros del presidente Clinton, hoy debe entenderse como alfabetismo científico “un conocimiento del quehacer cotidiano de la ciencia”, siendo “analfabetas científicos quienes carezcan de los conocimientos suficientes  para poder responder  a los planteamientos  técnicos que influyen de forma significativa  en nuestra vida cotidiana y en el mundo de la actividad política”.

Esta última opinión la comparten  Robert Hazen y James Trefil en su libro Science Matters Achieving  Scientific  Literacy  (1991)  en  donde  expresan:  “el  alfabetismo   científico  constituye  el conocimiento que una persona requiere para entender decisiones públicas. Es una mezcla de hechos, vocabulario, conceptos, historia y filosofía.  No es el conocimiento especializado de los expertos, pero sí el conocimiento más general y menos preciso usado en los discursos políticos.   Si una persona puede entender las noticias del día relacionadas con la ciencia, si puede poner artículos con titulares acerca de la ingeniería genética y del agujero de ozono en un contexto significativo y, en general, si puede tratar las noticias  acerca  de  la  ciencia  en  la  misma  manera  que  trata  todo  lo  que  viene  sobre  su  horizonte, entonces esa persona es un alfabeta científico”.

Para  Rutherford  y Ahlgren  (1990),  director  y director  asociado  respectivamente,  del  proyecto 2061, el alfabetismo científico incluye el estar familiarizado con el mundo natural, entendiendo cómo la ciencia, las matemáticas y la tecnología son empresas humanas que dependen una de otra, y ser capaz de usar conocimiento y maneras de pensar científicas para propósitos personales y sociales.

Complementando  las  definiciones  anteriores,  revisemos  la  que  se  propone  en  el  documento National Science Education Standards (NRC, 1996): “Alfabetismo  científico significa que una persona puede preguntar, encontrar o determinar respuestas a preguntas derivadas de la curiosidad acerca de las experiencias  diarias.   Significa  que una persona  tiene la habilidad  para describir,  explicar,  y predecir fenómenos naturales.   Implica que una persona pueda identificar aspectos científicos que soportan las decisiones de tipo local o nacional y exprese opiniones al respecto sustentándose tanto científica como tecnológicamente”.

Habilidades y conocimientos para el alfabetismo científico:

La pregunta que surge en este momento es la siguiente: ¿qué habilidades y conocimientos se requieren para que una persona sea considerada como un alfabeta científico?; analicemos en primera instancia el caso Canadiense, para las escuelas de Saskatchewan se ha reformado el currículum de primaria y secundaria al definir el alfabetismo científico sustentado bajo siete dimensiones. De manera muy general, estas dimensiones indican que la ciencia permitirá al estudiante:

-     Entender la naturaleza de la ciencia y del conocimiento científico como una  única forma de conocer.
-     Entender  y  aplicar  con exactitud  los  conceptos  científicos,  principios,  leyes  y  teorías  al interactuar con la sociedad y el medio ambiente.
-     Utilizar procesos de la ciencia en la solución de problemas, al hacer decisiones, y para un mayor entendimiento del mundo.
-     Entender y apreciar la empresa conjunta de la ciencia y la tecnología y las interrelaciones entre ellas en el contexto de la sociedad y el medio ambiente.
-     Desarrollar numerosas habilidades de manipulación asociadas con la ciencia y la tecnología, especialmente con medidas.
-     Interactuar con los diversos aspectos de la sociedad y el medio ambiente en formas que sean consistentes con los valores que sustentan a la ciencia.
-     Desarrollar una visión  única  de la tecnología, la sociedad y el medio  ambiente como un resultado de la educación científica, y continuar extendiendo este interés y actitud a lo largo de su vida.

Una segunda opinión es la contenida en el documento Science for All Americans (AAAS, 1989) que se expresa que una persona letrada científicamente debe entender y/o saber que:

-     El mundo es comprensible.
-     Las ideas científicas están sujetas a cambios.
-     El conocimiento científico es durable.
-     La ciencia no puede proveer respuestas completas a todas las preguntas.
-     La ciencia demanda evidencia.
-     La ciencia es una mezcla de lógica e imaginación. La ciencia explica y predice.
-     Los científicos tratan de identificar y evitar el sesgo.
-     La ciencia no es autoritaria.
-     La ciencia es una actividad social compleja.
-     Existen principios éticos generalmente aceptados en la conducta de la ciencia.

Todo lo anterior bajo la posesión, por lo menos en un cierto grado, de algunos de los valores, actitudes y habilidades característicos de la ciencia, por ejemplo:

-     Habilidades computacionales, incluyendo  la habilidad  para hacer ciertos cálculos mentales rápidos  y  exactos; realizar cálculos usando papel y lápiz y  calculadoras  electrónicas; y estimar respuestas aproximadas cuando sea apropiado y comprobar la racionalidad de otros cálculos.
-     Habilidades de comunicación, incluyendo la habilidad para expresar ideas   básicas, instrucciones, e información claramente tanto en forma oral como escrita; organizar la información en tablas y gráficas simples y dibujar diagramas simples.
-     Habilidades de respuesta crítica que permitan a las personas juzgar  cuidadosamente  las aseveraciones – especialmente aquellas que involucran a la ciencia – hechas por publicistas, figuras públicas, organizaciones,  y los medios de noticias y entretenimiento, y someter sus propias opiniones al mismo tipo de escrutinio siendo menos susceptible al prejuicio y racionalización.

Bajo esta misma tónica, el mismo documento Science for All Americans (AAAS, 1989) indica que los conocimientos básicos que debe poseer un alfabeta científico son:

-     La estructura y evolución del universo, con unos énfasis en la similitud de materiales y fuerzas encontrados en todos lados, el poder de unos principios generales (tales como la gravitación universal y la conservación de la energía).
-     Las  características  generales  del planeta Tierra,  incluyendo  su  localización,  movimientos, origen y recursos; la dinámica por la cual su superficie es formada y transformada; el efecto de los organismos vivientes  sobre  su  superficie  y  atmósfera;  y  cómo  sus tierras,  ríos  y océanos, clima y recursos tienen una influencia sobre y cómo viven las personas, y cómo se ha desarrollado la historia humana.
-     Los conceptos básicos relacionados con la materia, energía, fuerza y movimiento,  con un énfasis  sobre su uso en modelos  para explicar  un vasto y diverso  arreglo de fenómenos naturales desde el nacimiento de las estrellas hasta el comportamiento de las células.
-     La rica diversidad de los organismos de la Tierra y la sorprendente similitud en la estructura y funciones de sus células, la dependencia de las especies sobre otras y sobre el ambiente físico, y el flujo de materia y energía a través de los ciclos de la vida. La evolución biológica, concepto basado en la extensa evidencia geológica y molecular, como una explicación de la diversidad y similitud de las formas de vida y como  un principio organizador central para toda la biología. La estructura básica y funcionamiento del cuerpo humano, visto como un sistema de células  y órganos  que sirven  a las funciones  de obtención  de energía  a partir de los alimentos, protección contra daños, coordinación interna y la reproducción.
-     La  naturaleza  de  las  tecnologías, incluyendo  la  agricultura,  con  un  énfasis  tanto  en  la revolución agrícola de tiempos antiguos como en los efectos de la productividad agrícola del siglo XX con el uso de tecnologías biológicas y químicas; la adquisición, procesamiento, y uso de materiales y energía, con particular atención a la Revolución Industrial y a la actual revolución en la manufactura basada en el uso de computadoras; y el procesamiento de la información y las  comunicaciones, con énfasis en el  impacto de computadoras y comunicaciones electrónicas en la sociedad contemporánea.
 
ALFABETISMO  CIENTÍFICO  Y  EDUCACIÓN
Ignacio Cabral Perdomo
División de Profesional
Campus Central de Veracruz, México